Monday, July 17, 2006

De Vacíos Existenciales.



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LAS SOLEDADES.

“...esa amante inoportuna
que se llama Soledad.”
Joaquín Sabina.

La soledad, se dice, es el mal de la época.

¿Qué es la soledad?

La soledad tiene dos dimensiones: una, como vivencia subjetiva y otra, objetiva, que se manifiesta como ausencia de relaciones.

Como vivencia subjetiva, puede ser vista de forma totalmente diversa; algunas personas la sufren y otras la disfrutan.

Atendiendo a su objetividad, puede ser voluntaria o forzada.

Hay, también, aquella de índole espiritual -llamémosle así- en la cual las personas mantienen relaciones con el mundo y, sin embargo, se sienten solas, vacías. Angustiadas.
De ahí, el título del presente escrito. Hay muchas soledades.

Así mismo, atendiendo a esa medida de la vida que se denomina tiempo, puede ser pasajera o duradera.

También pude ser profunda o superficial.

Vamos a referirnos a ella desde las características que la hacen vivir como problema; esto es, cuando genera incomodidad para la persona que la experimenta. Causa dolor, es impuesta, duradera, profunda y se muestra como un estado del que no se tiene la capacidad ni la fortaleza para hacerla a un lado, terminando por provocar estados depresivos de los que no se puede salir. Sí, la soledad -vivida así- es un estigma desde el punto de vista humano; empero -irónicamente- a las sociedades modernas les resulta económicamente productivo que sus miembros se encuentren en tal estado; por ello, decíamos al principio, que es el mal de esta época en que privan la sobreproducción y el hiperconsumo. Es así, porque el ser humano busca una salida en el consumo inmoderado; trata de llenar su vacío interior con cosas que le permitan sentir que abandona su situación o artículos que llamen la atención de los demás, con el propósito de hacerse atractivo y así poder allanar la barrera de su incapacidad para relacionarse. Pero esos momentos son pasajeros, por lo que tiene que allegarse de otros medios para poder llenar ese vacío. Entonces cae en la avidez. Compra algo nuevo para acceder a un estado de plenitud; pero como este sólo es momentáneo, se olvida pronto de ese bien para adquirir otro nuevo.

O bien, (o mal, mejor dicho) puede optar por llenar ese vacío hundiéndose en adicciones: a las drogas, alcohol, emociones fuertes o sexo no responsable.

También, si encuentra alguien en situación similar, a volverse una persona codependiente.

Así, pues, el problema individual es serio: o se hunde en la depresión, en la avidez, en las adicciones o se es un perfecto candidato para asirse de lo primero que encuentre para caer, así, en relaciones y dependencias insanas.

Entonces, ¿qué hacer?

LA SOLEDAD COMO
OPORTUNIDAD

La soledad, por otro lado, nos permite estar con nosotros mismos. Nos da la posibilidad de unirnos con nuestra propia identidad, con nuestra individualidad (que no es lo mismo que individualismo). Nos da la oportunidad de entrar en comunión con ese yo interno, de echar una mirada hacia dentro de nosotros. De encontrar la paz. Y de acceder al conocimiento.

Vivimos en una sociedad que desprecia el ocio. Hay que estar activos. Pero no se percibe que desde la Grecia clásica, se decía que el ocio puede ser productivo y que la contemplación es el más alto estado de la conciencia. La Filosofía, en todos los puntos del globo terráqueo, (Grecia, La India, China, Persia, Mesoamérica, etc.) se desarrolló en solitario; aunque, y ese es otro asunto que atañe a la metodología, tenga que confrontarse con la realidad, habiendo partido de ella.

Volviendo, la soledad le ha permitido al ser humano la creación artística, científica y el desarrollo tecnológico.

En una palabra, LA CULTURA.

Y... ¿qué es la cultura, si no, la multiplicidad de individualidades en su conjunto? El motor del desarrollo de las sociedades.

Visto así, la soledad no es tan insufrible como pareciera ser. Sin embargo, para llegar a esta premisa y asumirla en los tres ámbitos del ser (no basta entenderla racionalmente) es necesario recrearse (en el sentido literal de volverse a crear) a partir de una exhaustiva y severa autocrítica introspectiva, o –de plano- acudir a terapia con el loquero más cercano a nuestro presupuesto.

Sunday, July 16, 2006

De Dependencias y Apegos.

EL ARTE DE VIVIR SIENDO UNO MISMO
(O: “El Arte de Vivir Siendo Uno Mesmo”, que es lo Mismo)

"Otro tipo de liberación -la libertad frente a los 'apegos'- es quizá, para
muchos occidentales, la idea menos comprensible de la filosofía oriental".

Margaret Ferguson.
“La Conspiración de Acuario”.

Cuántas veces hemos escuchado decir a una persona respecto de su pareja: “...es que no me comprende...”, “...le di todo y aún así me paga de esa (mala) manera...”, “... no entiendo por qué es así, debería de ver lo que hago para que sea feliz...”, etc.

Los vemos caer en la desesperanza, y adquirir una conciencia apocalíptica de las circunstancias que rodean sus vidas. Se vuelven presas de un sentimiento de soledad irremediable. Todo por no haber encontrado en otra persona (su pareja) lo que esperaban de ella; porque no recibieron lo que querían que les diera, a pesar de que hicieron más de lo que estaban en posición de dar; y mucho más aún, para que se les correspondiera.

Me voy a permitir retomar el asunto en primera persona, para clarificar:
...Todo porque no cumplió mis expectativas; porque no hizo ni hace lo que yo quería.


Esto suena ya bastante egoísta, ¿por qué nadie va a hacer lo que yo quiera? Pero suena más egoísta si lo tratamos de recubrir con justificaciones vanas como recurrir a lo que hago por ella para que cambie y actúe como quiero que lo haga.

Llegaría a ser cómico si no fuera porque es el origen de una fuente de desgracias personales y hasta de tragedias que se leen a diario en los periódicos. Vivimos en una época de valores y costumbres locas y trastocadas en donde todo mundo quiere tener para sí el derecho de manipular a quienes le rodean, así sea con el propósito más noble y la consiguiente justificación del querer lo mejor para la otra persona expresado en el consabido “lo hago por tu bien”. Existe la madre manipuladora que no deja desarrollar a sus hijos; sin embargo, ella cree que está haciendo lo correcto, y si los hijos también lo creen, se forma una co-dependencia poder/sumisión en la que ambos polos se “necesitan” y que generalmente entran en conflicto por la ingerencia de otra persona, usualmente ajena a la familia nuclear, que rompe el equilibrio de tal dependencia.

Igual pasa en las relaciones de pareja. Uno a otro se manipulan en sus distintos terrenos o cotos de poder. Y la justificación es la más hermosa y noble: el amor. Todo lo que yo te pida se tiene que hacer, por amor(¿?); y si no, para eso existe el chantaje. El ...”es que ya no me quieres” mueve montañas, mientras que el equilibrio co-dependiente se mantiene; luego, si este se rompe, es un cuchillo ardiente.


En esta época, hay fractura de culturas, estructuras y costumbres estereotipadas: se han ido derrumbando. Las mujeres que han accedido a la claridad de su papel en la sociedad actual demandan más de su pareja, la que -en la mayoría de los casos- no está preparada para dejar de ser quien mantiene el control ni para compartirlo. Y ninguno de los dos, para diluirlo.

Los modernos papas de la New Age nos auguran que en la Era de Acuario todos los humanos vamos a vivir en armonía y vamos a desterrar de nuestros corazones el deseo de control sobre los demás (¿?). Pero, individualmente, ¿no podemos comenzar de una vez por todas a dejar de manipular?

El amor es libertad. El control es posesión; poseemos a alguien para que no se nos escape, para que nos ame; pero, si el amor es libertad, ni la amamos ni nos ama.

Y, sin embargo, así se mantienen las relaciones de pareja modernas. Están construidas, todavía, sobre la dependencia y el control. Cuando no, en el intercambio; para simular una aparente igualdad (muy acorde con el régimen de relaciones económicas en el que vivimos). Pero, insisto, estas no son relaciones cimentadas sobre el verdadero sentido del amor.

Bueno, pero qué -entonces- es el amor. El amor es dar, únicamente dar. Es entregarse sin esperar nada a cambio, ni -mucho menos- exigirlo con el vano y vacuo razonamiento del “...porque yo te quiero”. El amor es, ante todo, un acto de voluntad y de libertad.


Dice Margaret Ferguson que la actitud más realista que debemos adoptar es el desapego, entendiendo por éste la no-dependencia. Sin embargo, no nos liberamos de las dependencias hasta que liberamos a los demás. Agrega: “Consiste en liberarse de andar siempre pensando en lo que desearíamos, de andar siempre queriendo que las cosas fueran de otro modo”. De esta forma crecemos. “Crece nuestra capacidad de amar sin negociaciones ni expectativas, y la capacidad de gozar sin ningún tipo de hipotecas emocionales”.

La única persona que nos pertenece es nuestro propio ser. Es la única que podemos modificar. En la medida en que tomemos las riendas de nuestro propio ser y actuar, nos liberamos de insanas dependencias para asumir nuestros propios compromisos y nuestra libertad. Aprendemos a ser nosotros mismos. Empezamos a ser aprendices del difícil arte de ser uno mismo. Lo que resta: aprender, aprender y aprender.

Liberarse de dependencias es un buen comienzo.

Saturday, July 15, 2006

De la Necesidad y las Creencias

ACERCA DE LA NECESIDAD Y LAS CREENCIAS.


¿Creer es una necesidad? Desde un punto de vista cercano a lo teológico se afirma que sí; pero, en sentido estricto, ni siquiera el saber lo es. En esencia, los seres vivos necesitan únicamente lo que les hace posible la existencia: comer, beber, respirar, recibir los rayos del Sol, etc.

No obstante, para hacer posible y asequible la existencia es menester –o necesario- investigar, descubrir, experimentar, para alcanzar el conocimiento: Creer, de poco o nada nos sirve. Veamos:

La finalidad que el ser humano se planteó, obligado por las circunstancias, desde los días más lejanos, fue conocer el mundo que lo rodeaba. El motivo para ello no fue el ansia de saber per se o cualquier otro que tuviera que ver con aspiraciones de carácter intelectual ni mucho menos; lo impuso la necesidad material por excelencia: la subsistencia, el reproducir su existencia día con día.

Correspondió al Hombre que la Naturaleza le asignara el constituirse en conciencia de sí misma; le dio la mente más compleja sobre la faz de la Tierra. Si bien, dotó a todos los seres vivos del instinto -inclusive, en forma primitiva, al reino vegetal- el regalo que la especie humana recibió fue el de ser depositario de la simiente del pensamiento abstracto.

Sin embargo, esa dádiva debió sujetarse a un largo proceso de desarrollo cuyo motor, como arriba se dijo, fue la necesidad existencial; primero la individual y luego –conforme creció la calidad gregaria de los seres y, con ello, sus necesidades- la social. Conocer el mundo y, a la par o posteriormente, actuar sobre él para arrebatarle “más de lo que buenamente pudiera ofrecerle”.

Ese deseo impuso al humano el especular sobre la mejor forma de llevar a cabo el objetivo primario. Descubrió las maneras de organizarse para el trabajo y cómo desarrollar los medios para tal fin. Cómo producir, cómo consumir racionalmente y qué hacer con los excedentes -cuando ello fue posible- en función de la cuota derivada de las formas de propiedad y la circulación de lo producido en función del desarrollo de las estructuras sociales.

Así nació la economía.

Hoy se dice que la Economía es la ciencia que trata de los negocios, lo que a la vista de lo anterior, resulta limitada. Esta tipo de definiciones, reduccionistas, de corte “moderno” adolecen de carencia de visión histórica. Y se incurre en ese tipo de errores en las distintas ciencias sociales. Así, la Política, no nació como una ciencia que trata de las diversas formas de gobierno, entendidas como maneras de ejercer el poder desde las altas esferas del Estado; más bien, emergió como vía necesaria de organizar la sociedad, desde abajo, para el bien común.

Pero volvamos al inicio de la reflexión.

Creer, dice el diccionario, es “... tener por cierta una cosa que el entendimiento no alcanza... “. De esta suerte, creer no responde, no da solución, a una necesidad; mucho menos, es una necesidad. El creer sólo constituye el andamiaje de un sistema de fe, que lleva al establecimiento de dogmas en las diversas esferas del quehacer, teórico y práctico, humano.
Creer es, pues, una actitud pasiva, carente de crítica, de calidad especulativa, ante lo que se ignora.



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Acerca de la necesidad y las creencias (II)

La soberbia de creerse creado a imagen y semejanza de Dios ha hecho suponer al ser humano de los últimos dos milenios, que la época en que vive es la cima de la civilización, la de los insuperables logros, los definitivos, los –literalmente- non plus ultra, que se han generado durante el paso de la especie por la faz de la Tierra.

Sin embargo, ¿a qué dios se semeja? Las tres grandes religiones surgidas en Oriente Medio que mantienen más adeptos en la actualidad (obviamente, sin contar a las de la India y el lejano Oriente), de origen común y muy parecidas, se forjaron alrededor de hace 2,000 años. Sin embargo, habría que acercarse y enfrentarse al hecho de que hace unos 35,000 años (época en que empezaron las migraciones a través del Estrecho de Behring) el ser humano ya practicaba algunos actos rituales que pudiera suponer la adoración de rústicos dioses, aunque estos estaban muy lejos de parecerse a los actuales desde la perspectiva o conceptuación humana (ni siquiera eran antropomorfos, cuerpos celestes ni fenómenos naturales; acaso fetiches). Si todas las religiones coinciden en que Dios –su dios, el de cada una de ellas- forjó el Universo y, por ende, al mismo Hombre, ¿cómo entender que alguno de ellos, cuyo rito tiene apenas, como se dijo, 2,000 años es El Verdadero? ¿No será, acaso, sólo una demostración de la soberbia de nuestra época? ¿Qué tenemos los seres humanos de los últimos dos milenios que nos fue dado el carisma de la revelación de la verdad?

NB: [La clasificación de la Historia que nos rige, sitúa el estadio actual como Historia Contemporánea. ¿Qué tan “contemporánea” podrá ser dentro de 2,000 años? ¿Cómo nos mirarán los, literalmente, contemporáneos de entonces? Como unas soberbias antiguallas que fantasearon con que se había llegado al final de la Historia. ¿Qué tan “moderna” la Revolución Francesa? Como la Edad de Piedra de los Derechos del Hombre]

A partir de la toma de conciencia del carácter indubitablemente finito de su existencia, el Hombre entiende que de nada puede estar más seguro que de su muerte; ello desencadena una angustia que lo acompañará hasta el final de sus días.

¿Qué ha hecho? Inventar la. “necesidad” de creer en algo que le salve de su agobio ante lo que –por necesidad, aquí sí, en sentido estricto- le acontecerá: dejar el mundo de los vivos; es entonces que elabora complejas soluciones:

1.- Inmortalizar la época en que vive. Preservarla, privarla de futuro; aquí se acaba el Tiempo, la Historia.

2.- Desarrollar sistemas de creencias y elevarlas a rango “conocimiento” de que más allá de esta vida hay otra, eterna, donde sólo llegan unos cuantos “elegidos”, postura con la que –también- destruye o, al menos, detiene el Tiempo.

Árbol Perenne, Cuadernos.



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