De Vacíos Existenciales.
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LAS SOLEDADES.
“...esa amante inoportuna
que se llama Soledad.”
Joaquín Sabina.
La soledad, se dice, es el mal de la época.
¿Qué es la soledad?
La soledad tiene dos dimensiones: una, como vivencia subjetiva y otra, objetiva, que se manifiesta como ausencia de relaciones.
Como vivencia subjetiva, puede ser vista de forma totalmente diversa; algunas personas la sufren y otras la disfrutan.
Atendiendo a su objetividad, puede ser voluntaria o forzada.
Hay, también, aquella de índole espiritual -llamémosle así- en la cual las personas mantienen relaciones con el mundo y, sin embargo, se sienten solas, vacías. Angustiadas.
De ahí, el título del presente escrito. Hay muchas soledades.
Así mismo, atendiendo a esa medida de la vida que se denomina tiempo, puede ser pasajera o duradera.
También pude ser profunda o superficial.
Vamos a referirnos a ella desde las características que la hacen vivir como problema; esto es, cuando genera incomodidad para la persona que la experimenta. Causa dolor, es impuesta, duradera, profunda y se muestra como un estado del que no se tiene la capacidad ni la fortaleza para hacerla a un lado, terminando por provocar estados depresivos de los que no se puede salir. Sí, la soledad -vivida así- es un estigma desde el punto de vista humano; empero -irónicamente- a las sociedades modernas les resulta económicamente productivo que sus miembros se encuentren en tal estado; por ello, decíamos al principio, que es el mal de esta época en que privan la sobreproducción y el hiperconsumo. Es así, porque el ser humano busca una salida en el consumo inmoderado; trata de llenar su vacío interior con cosas que le permitan sentir que abandona su situación o artículos que llamen la atención de los demás, con el propósito de hacerse atractivo y así poder allanar la barrera de su incapacidad para relacionarse. Pero esos momentos son pasajeros, por lo que tiene que allegarse de otros medios para poder llenar ese vacío. Entonces cae en la avidez. Compra algo nuevo para acceder a un estado de plenitud; pero como este sólo es momentáneo, se olvida pronto de ese bien para adquirir otro nuevo.
O bien, (o mal, mejor dicho) puede optar por llenar ese vacío hundiéndose en adicciones: a las drogas, alcohol, emociones fuertes o sexo no responsable.
También, si encuentra alguien en situación similar, a volverse una persona codependiente.
Así, pues, el problema individual es serio: o se hunde en la depresión, en la avidez, en las adicciones o se es un perfecto candidato para asirse de lo primero que encuentre para caer, así, en relaciones y dependencias insanas.
Entonces, ¿qué hacer?
LA SOLEDAD COMO
OPORTUNIDAD
La soledad, por otro lado, nos permite estar con nosotros mismos. Nos da la posibilidad de unirnos con nuestra propia identidad, con nuestra individualidad (que no es lo mismo que individualismo). Nos da la oportunidad de entrar en comunión con ese yo interno, de echar una mirada hacia dentro de nosotros. De encontrar la paz. Y de acceder al conocimiento.
Vivimos en una sociedad que desprecia el ocio. Hay que estar activos. Pero no se percibe que desde la Grecia clásica, se decía que el ocio puede ser productivo y que la contemplación es el más alto estado de la conciencia. La Filosofía, en todos los puntos del globo terráqueo, (Grecia, La India, China, Persia, Mesoamérica, etc.) se desarrolló en solitario; aunque, y ese es otro asunto que atañe a la metodología, tenga que confrontarse con la realidad, habiendo partido de ella.
Volviendo, la soledad le ha permitido al ser humano la creación artística, científica y el desarrollo tecnológico.
En una palabra, LA CULTURA.
Y... ¿qué es la cultura, si no, la multiplicidad de individualidades en su conjunto? El motor del desarrollo de las sociedades.
Visto así, la soledad no es tan insufrible como pareciera ser. Sin embargo, para llegar a esta premisa y asumirla en los tres ámbitos del ser (no basta entenderla racionalmente) es necesario recrearse (en el sentido literal de volverse a crear) a partir de una exhaustiva y severa autocrítica introspectiva, o –de plano- acudir a terapia con el loquero más cercano a nuestro presupuesto.