De Dependencias y Apegos.
EL ARTE DE VIVIR SIENDO UNO MISMO
(O: “El Arte de Vivir Siendo Uno Mesmo”, que es lo Mismo)
"Otro tipo de liberación -la libertad frente a los 'apegos'- es quizá, para
muchos occidentales, la idea menos comprensible de la filosofía oriental".
Margaret Ferguson.
“La Conspiración de Acuario”.
Cuántas veces hemos escuchado decir a una persona respecto de su pareja: “...es que no me comprende...”, “...le di todo y aún así me paga de esa (mala) manera...”, “... no entiendo por qué es así, debería de ver lo que hago para que sea feliz...”, etc.
Los vemos caer en la desesperanza, y adquirir una conciencia apocalíptica de las circunstancias que rodean sus vidas. Se vuelven presas de un sentimiento de soledad irremediable. Todo por no haber encontrado en otra persona (su pareja) lo que esperaban de ella; porque no recibieron lo que querían que les diera, a pesar de que hicieron más de lo que estaban en posición de dar; y mucho más aún, para que se les correspondiera.
Me voy a permitir retomar el asunto en primera persona, para clarificar:
...Todo porque no cumplió mis expectativas; porque no hizo ni hace lo que yo quería.
Esto suena ya bastante egoísta, ¿por qué nadie va a hacer lo que yo quiera? Pero suena más egoísta si lo tratamos de recubrir con justificaciones vanas como recurrir a lo que hago por ella para que cambie y actúe como quiero que lo haga.
Llegaría a ser cómico si no fuera porque es el origen de una fuente de desgracias personales y hasta de tragedias que se leen a diario en los periódicos. Vivimos en una época de valores y costumbres locas y trastocadas en donde todo mundo quiere tener para sí el derecho de manipular a quienes le rodean, así sea con el propósito más noble y la consiguiente justificación del querer lo mejor para la otra persona expresado en el consabido “lo hago por tu bien”. Existe la madre manipuladora que no deja desarrollar a sus hijos; sin embargo, ella cree que está haciendo lo correcto, y si los hijos también lo creen, se forma una co-dependencia poder/sumisión en la que ambos polos se “necesitan” y que generalmente entran en conflicto por la ingerencia de otra persona, usualmente ajena a la familia nuclear, que rompe el equilibrio de tal dependencia.
Igual pasa en las relaciones de pareja. Uno a otro se manipulan en sus distintos terrenos o cotos de poder. Y la justificación es la más hermosa y noble: el amor. Todo lo que yo te pida se tiene que hacer, por amor(¿?); y si no, para eso existe el chantaje. El ...”es que ya no me quieres” mueve montañas, mientras que el equilibrio co-dependiente se mantiene; luego, si este se rompe, es un cuchillo ardiente.
En esta época, hay fractura de culturas, estructuras y costumbres estereotipadas: se han ido derrumbando. Las mujeres que han accedido a la claridad de su papel en la sociedad actual demandan más de su pareja, la que -en la mayoría de los casos- no está preparada para dejar de ser quien mantiene el control ni para compartirlo. Y ninguno de los dos, para diluirlo.
Los modernos papas de la New Age nos auguran que en la Era de Acuario todos los humanos vamos a vivir en armonía y vamos a desterrar de nuestros corazones el deseo de control sobre los demás (¿?). Pero, individualmente, ¿no podemos comenzar de una vez por todas a dejar de manipular?
El amor es libertad. El control es posesión; poseemos a alguien para que no se nos escape, para que nos ame; pero, si el amor es libertad, ni la amamos ni nos ama.
Y, sin embargo, así se mantienen las relaciones de pareja modernas. Están construidas, todavía, sobre la dependencia y el control. Cuando no, en el intercambio; para simular una aparente igualdad (muy acorde con el régimen de relaciones económicas en el que vivimos). Pero, insisto, estas no son relaciones cimentadas sobre el verdadero sentido del amor.
Bueno, pero qué -entonces- es el amor. El amor es dar, únicamente dar. Es entregarse sin esperar nada a cambio, ni -mucho menos- exigirlo con el vano y vacuo razonamiento del “...porque yo te quiero”. El amor es, ante todo, un acto de voluntad y de libertad.
Dice Margaret Ferguson que la actitud más realista que debemos adoptar es el desapego, entendiendo por éste la no-dependencia. Sin embargo, no nos liberamos de las dependencias hasta que liberamos a los demás. Agrega: “Consiste en liberarse de andar siempre pensando en lo que desearíamos, de andar siempre queriendo que las cosas fueran de otro modo”. De esta forma crecemos. “Crece nuestra capacidad de amar sin negociaciones ni expectativas, y la capacidad de gozar sin ningún tipo de hipotecas emocionales”.
La única persona que nos pertenece es nuestro propio ser. Es la única que podemos modificar. En la medida en que tomemos las riendas de nuestro propio ser y actuar, nos liberamos de insanas dependencias para asumir nuestros propios compromisos y nuestra libertad. Aprendemos a ser nosotros mismos. Empezamos a ser aprendices del difícil arte de ser uno mismo. Lo que resta: aprender, aprender y aprender.
Liberarse de dependencias es un buen comienzo.
(O: “El Arte de Vivir Siendo Uno Mesmo”, que es lo Mismo)
"Otro tipo de liberación -la libertad frente a los 'apegos'- es quizá, para
muchos occidentales, la idea menos comprensible de la filosofía oriental".
Margaret Ferguson.
“La Conspiración de Acuario”.
Cuántas veces hemos escuchado decir a una persona respecto de su pareja: “...es que no me comprende...”, “...le di todo y aún así me paga de esa (mala) manera...”, “... no entiendo por qué es así, debería de ver lo que hago para que sea feliz...”, etc.
Los vemos caer en la desesperanza, y adquirir una conciencia apocalíptica de las circunstancias que rodean sus vidas. Se vuelven presas de un sentimiento de soledad irremediable. Todo por no haber encontrado en otra persona (su pareja) lo que esperaban de ella; porque no recibieron lo que querían que les diera, a pesar de que hicieron más de lo que estaban en posición de dar; y mucho más aún, para que se les correspondiera.
Me voy a permitir retomar el asunto en primera persona, para clarificar:
...Todo porque no cumplió mis expectativas; porque no hizo ni hace lo que yo quería.
Esto suena ya bastante egoísta, ¿por qué nadie va a hacer lo que yo quiera? Pero suena más egoísta si lo tratamos de recubrir con justificaciones vanas como recurrir a lo que hago por ella para que cambie y actúe como quiero que lo haga.
Llegaría a ser cómico si no fuera porque es el origen de una fuente de desgracias personales y hasta de tragedias que se leen a diario en los periódicos. Vivimos en una época de valores y costumbres locas y trastocadas en donde todo mundo quiere tener para sí el derecho de manipular a quienes le rodean, así sea con el propósito más noble y la consiguiente justificación del querer lo mejor para la otra persona expresado en el consabido “lo hago por tu bien”. Existe la madre manipuladora que no deja desarrollar a sus hijos; sin embargo, ella cree que está haciendo lo correcto, y si los hijos también lo creen, se forma una co-dependencia poder/sumisión en la que ambos polos se “necesitan” y que generalmente entran en conflicto por la ingerencia de otra persona, usualmente ajena a la familia nuclear, que rompe el equilibrio de tal dependencia.
Igual pasa en las relaciones de pareja. Uno a otro se manipulan en sus distintos terrenos o cotos de poder. Y la justificación es la más hermosa y noble: el amor. Todo lo que yo te pida se tiene que hacer, por amor(¿?); y si no, para eso existe el chantaje. El ...”es que ya no me quieres” mueve montañas, mientras que el equilibrio co-dependiente se mantiene; luego, si este se rompe, es un cuchillo ardiente.
En esta época, hay fractura de culturas, estructuras y costumbres estereotipadas: se han ido derrumbando. Las mujeres que han accedido a la claridad de su papel en la sociedad actual demandan más de su pareja, la que -en la mayoría de los casos- no está preparada para dejar de ser quien mantiene el control ni para compartirlo. Y ninguno de los dos, para diluirlo.
Los modernos papas de la New Age nos auguran que en la Era de Acuario todos los humanos vamos a vivir en armonía y vamos a desterrar de nuestros corazones el deseo de control sobre los demás (¿?). Pero, individualmente, ¿no podemos comenzar de una vez por todas a dejar de manipular?
El amor es libertad. El control es posesión; poseemos a alguien para que no se nos escape, para que nos ame; pero, si el amor es libertad, ni la amamos ni nos ama.
Y, sin embargo, así se mantienen las relaciones de pareja modernas. Están construidas, todavía, sobre la dependencia y el control. Cuando no, en el intercambio; para simular una aparente igualdad (muy acorde con el régimen de relaciones económicas en el que vivimos). Pero, insisto, estas no son relaciones cimentadas sobre el verdadero sentido del amor.
Bueno, pero qué -entonces- es el amor. El amor es dar, únicamente dar. Es entregarse sin esperar nada a cambio, ni -mucho menos- exigirlo con el vano y vacuo razonamiento del “...porque yo te quiero”. El amor es, ante todo, un acto de voluntad y de libertad.
Dice Margaret Ferguson que la actitud más realista que debemos adoptar es el desapego, entendiendo por éste la no-dependencia. Sin embargo, no nos liberamos de las dependencias hasta que liberamos a los demás. Agrega: “Consiste en liberarse de andar siempre pensando en lo que desearíamos, de andar siempre queriendo que las cosas fueran de otro modo”. De esta forma crecemos. “Crece nuestra capacidad de amar sin negociaciones ni expectativas, y la capacidad de gozar sin ningún tipo de hipotecas emocionales”.
La única persona que nos pertenece es nuestro propio ser. Es la única que podemos modificar. En la medida en que tomemos las riendas de nuestro propio ser y actuar, nos liberamos de insanas dependencias para asumir nuestros propios compromisos y nuestra libertad. Aprendemos a ser nosotros mismos. Empezamos a ser aprendices del difícil arte de ser uno mismo. Lo que resta: aprender, aprender y aprender.
Liberarse de dependencias es un buen comienzo.
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