Hacia una nueva revolución sexual
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[Adaptación del Capítulo 8 del Libro Una Nueva Revolución Sexual (La Reconciliación de los Géneros) . Gabriel Castillo-Herrera, 2002].
Hacia una Nueva Revolución Sexual
Por Gabriel Castillo-Herrera.
El papel del cine y de la televisión, en los Estados Unidos, como factor de dominación cultural, fue aligerar la carga psicológica de posguerra; distraer un poco la atención del ciudadano común de la psicosis creada por los gobiernos ante la fantasmagórica amenaza del comunismo, aunque por otro lado la promovían. Cine y televisión pintaron de rosa la sexualidad; dibujaban el amor pletórico de romanticismo, fantasía y enamoramientos tipo “La Dama y El Vagabundo”, pero en seres humanos. Un mundo muy Disney, en el que las historias de amor de los viejos cuentos europeos de princesas y príncipes podían ser experimentados por hombres y mujeres comunes y corrientes. Canciones, bailes, miel. Así, pues, aprendimos a besar de la tele y el cine. A enamorarnos con pasión (¿?). A sufrir por una mujer y ellas por un hombre, ya que el amor iba de la mano del sufrimiento (¿?). Fueron las grandes escuelas generacionales del amor y de una sexualidad encubierta.
Esos medios, trasplantados en nuestro país, siguieron el mismo esquema. Con un ingrediente adicional: el machote, irresponsable, conquistador, borracho y pendenciero, y la mujer abnegada, sufrida, que sabía perdonar y que lavaba ajeno, para sacar adelante a los hijos.
Herederos de una cultura que concebía a la carne como fuente de todas las desgracias humanas, se nos hizo creer –siendo niños- que el sexo era algo sucio; y, más tarde, ya mayores, que sólo estaba justificado como acto de perpetuación de la especie. El ejercicio de la sexualidad es intrínseco a todas las especies; y, sin embargo, nos llenamos de pecados, culpas y temores.
No fue sino hasta el auge del cine francés y del italiano cuando empezó a concebirse desde un punto de vista desmitificado, desenfadado y hasta cómico. Pero, definitivamente, los 68’s parisinos, mexicanos y de otros lugares, cambiaron todo el panorama. Y los San Franciscos, los Liverpooles, las Checoslovaquias, las Cubas, los Vietnames, los Russell, los Ches, los Lennon, las Brigittes, las play mates, las Ondas (de Gustavo Sáinz y José Agustín, no otras), las mariguanas, los hongos, los Carlos (de Marx, hasta Castañeda, pasando por Fuentes), los Cortázar, los Fromm, los Esalen, los Taos, los Tantras, los Budismos Zen, los Sartres y las de Beauvoirs.
Así, con dos culturas, una represora heredada y otra liberadora aprendida, crece la generación que comenzó a derrumbar mitos; y, sin embargo, adormecidos, escondidos en un recóndito sitio de la mente; dispuestos a saltar en momentos de crisis, ya que expresan el choque de dos culturas imbricadas en la mente de un mismo individuo. De tal forma que hoy encontramos muchas mujeres que se han liberado de un macho, y, sin embargo, siguen esperando un príncipe azul que las trate románticamente y les solucione su vida afectiva; un príncipe que les despierte la vida con un beso y las haga felices por los siglos de los siglos, amén. Por el otro lado, muchos hombres abandonados por ser machos, que aunque se creen “modernos”, siguen buscando mujeres comprensivas y abnegadas que les solucionen sus problemas prácticos; una Cenicienta que por unos mugres zapatitos de cristal sea capaz de dar la vida por ellos. Hay gente que se cree liberada; sin embargo, en la práctica, él espera conquistar a una mujer y ellas desean ser conquistadas. Cabría recordar que toda conquista tiene dentro de sí dos polos: una parte activa y otra pasiva, expectante. Un vencedor y un vencido.
Es difícil comprender que la mejor actitud que podemos tomar al respecto es el desapego; la no dependencia y el respeto irrestricto a la libertad de la otra persona. Hay que aprender que mi estar bien afectiva, sexual y emocionalmente no depende del otro. Aprender a dejar de controlar a los demás: a la única persona que se puede “controlar” es a uno mismo. También, que una cosa es enamorarse y otra amar. El enamoramiento es una cuestión hormonal, química; el amor –en cambio- es una forma de ser, elegida, voluntaria. El enamoramiento es producto de la presencia de substancias químicas e impulsos eléctricos en nuestro cerebro y sistema nervioso, tal y como sucede en el resto de los animales, como paso previo al apareamiento; sólo que en ellos ocurre en las épocas de celo con miras a la perpetuación de la especie. En los humanos, debido a factores culturales, sociales y económicos, generados y desarrollados a lo largo del patriarcado (la aparición de la familia y la propiedad privada), nos es impuesto –en última instancia- como paso previo al noviazgo y al objetivo final que sería el matrimonio. Pero no es así: Amar es asumir la decisión de compartir la vida afectiva y sexual en un plano de igualdad y libertad, como ya se dijo líneas arriba.
La crisis en la pareja y las nuevas formas de relacionarse están surgiendo como manifestación incipiente de una síntesis dialéctica entre el matriarcado y el patriarcado. Esa síntesis será la Nueva Revolución Sexual, la cual, aún, tardará mucho. Pero podemos iniciar, de ya, nuestra propia revolución; la individual. Consulte a su taoísta de cabecera. Él se lo confirmará.
Por Gabriel Castillo-Herrera.
El papel del cine y de la televisión, en los Estados Unidos, como factor de dominación cultural, fue aligerar la carga psicológica de posguerra; distraer un poco la atención del ciudadano común de la psicosis creada por los gobiernos ante la fantasmagórica amenaza del comunismo, aunque por otro lado la promovían. Cine y televisión pintaron de rosa la sexualidad; dibujaban el amor pletórico de romanticismo, fantasía y enamoramientos tipo “La Dama y El Vagabundo”, pero en seres humanos. Un mundo muy Disney, en el que las historias de amor de los viejos cuentos europeos de princesas y príncipes podían ser experimentados por hombres y mujeres comunes y corrientes. Canciones, bailes, miel. Así, pues, aprendimos a besar de la tele y el cine. A enamorarnos con pasión (¿?). A sufrir por una mujer y ellas por un hombre, ya que el amor iba de la mano del sufrimiento (¿?). Fueron las grandes escuelas generacionales del amor y de una sexualidad encubierta.
Esos medios, trasplantados en nuestro país, siguieron el mismo esquema. Con un ingrediente adicional: el machote, irresponsable, conquistador, borracho y pendenciero, y la mujer abnegada, sufrida, que sabía perdonar y que lavaba ajeno, para sacar adelante a los hijos.
Herederos de una cultura que concebía a la carne como fuente de todas las desgracias humanas, se nos hizo creer –siendo niños- que el sexo era algo sucio; y, más tarde, ya mayores, que sólo estaba justificado como acto de perpetuación de la especie. El ejercicio de la sexualidad es intrínseco a todas las especies; y, sin embargo, nos llenamos de pecados, culpas y temores.
No fue sino hasta el auge del cine francés y del italiano cuando empezó a concebirse desde un punto de vista desmitificado, desenfadado y hasta cómico. Pero, definitivamente, los 68’s parisinos, mexicanos y de otros lugares, cambiaron todo el panorama. Y los San Franciscos, los Liverpooles, las Checoslovaquias, las Cubas, los Vietnames, los Russell, los Ches, los Lennon, las Brigittes, las play mates, las Ondas (de Gustavo Sáinz y José Agustín, no otras), las mariguanas, los hongos, los Carlos (de Marx, hasta Castañeda, pasando por Fuentes), los Cortázar, los Fromm, los Esalen, los Taos, los Tantras, los Budismos Zen, los Sartres y las de Beauvoirs.
Así, con dos culturas, una represora heredada y otra liberadora aprendida, crece la generación que comenzó a derrumbar mitos; y, sin embargo, adormecidos, escondidos en un recóndito sitio de la mente; dispuestos a saltar en momentos de crisis, ya que expresan el choque de dos culturas imbricadas en la mente de un mismo individuo. De tal forma que hoy encontramos muchas mujeres que se han liberado de un macho, y, sin embargo, siguen esperando un príncipe azul que las trate románticamente y les solucione su vida afectiva; un príncipe que les despierte la vida con un beso y las haga felices por los siglos de los siglos, amén. Por el otro lado, muchos hombres abandonados por ser machos, que aunque se creen “modernos”, siguen buscando mujeres comprensivas y abnegadas que les solucionen sus problemas prácticos; una Cenicienta que por unos mugres zapatitos de cristal sea capaz de dar la vida por ellos. Hay gente que se cree liberada; sin embargo, en la práctica, él espera conquistar a una mujer y ellas desean ser conquistadas. Cabría recordar que toda conquista tiene dentro de sí dos polos: una parte activa y otra pasiva, expectante. Un vencedor y un vencido.
Es difícil comprender que la mejor actitud que podemos tomar al respecto es el desapego; la no dependencia y el respeto irrestricto a la libertad de la otra persona. Hay que aprender que mi estar bien afectiva, sexual y emocionalmente no depende del otro. Aprender a dejar de controlar a los demás: a la única persona que se puede “controlar” es a uno mismo. También, que una cosa es enamorarse y otra amar. El enamoramiento es una cuestión hormonal, química; el amor –en cambio- es una forma de ser, elegida, voluntaria. El enamoramiento es producto de la presencia de substancias químicas e impulsos eléctricos en nuestro cerebro y sistema nervioso, tal y como sucede en el resto de los animales, como paso previo al apareamiento; sólo que en ellos ocurre en las épocas de celo con miras a la perpetuación de la especie. En los humanos, debido a factores culturales, sociales y económicos, generados y desarrollados a lo largo del patriarcado (la aparición de la familia y la propiedad privada), nos es impuesto –en última instancia- como paso previo al noviazgo y al objetivo final que sería el matrimonio. Pero no es así: Amar es asumir la decisión de compartir la vida afectiva y sexual en un plano de igualdad y libertad, como ya se dijo líneas arriba.
La crisis en la pareja y las nuevas formas de relacionarse están surgiendo como manifestación incipiente de una síntesis dialéctica entre el matriarcado y el patriarcado. Esa síntesis será la Nueva Revolución Sexual, la cual, aún, tardará mucho. Pero podemos iniciar, de ya, nuestra propia revolución; la individual. Consulte a su taoísta de cabecera. Él se lo confirmará.
Leer libro completo en:
http://arbolperenneciberediciones.blogspot.com/2006/10/una-nueva-revolucin-sexual-reflexin.html